miércoles, 19 de noviembre de 2014

Resumen de "En el campo del sistema" de Desinano, Norma

En el campo del sistema
Desinano, Norma (1996)

Para comenzar a hablar sobre el sistema de escritura, partiré del supuesto de que todos los maestros que leen éste trabajo tienen como alumnos a niños que aunque sea de una manera imperfecta y aún inestable, han asumido que el sistema funciona sobre la base de un principio fundamental: el alfabético. Esto cierra provisoriamente las puertas respecto de todas las etapas previas a través de las cuales el niño llegó a la conclusión de la existencia de ese principio pero al mismo tiempo las abre a una problemática riquísima, que siempre se nos aparece como ley a respetar y nunca como objeto a explorar.  
A título de recomendación me gustaría agregar que nuestro aprendizaje del sistema cualquiera sea el nivel alcanzado se olvida inmediatamente al convertirlo en un instrumento funcional. Dejamos de pensar en él como objeto de conocimiento y no reflexionamos jamás en las particularidades, requisitos, contradicciones que presenta este sistema y rara vez vemos en él lo que el niño ve. Por eso, la primera parte de este capítulo nos va a llevar a explorar las características del sistema. El sistema de escritura del español comparte las grafías llamadas letras con otras muchas lenguas, pero tiene particularidades específicas. Técnicamente las grafías se llaman grafemas, por oposición a fonemas, como denominamos a los sonidos de la lengua oral. Cada grafema es una marca que identifica un fonema, en este sentido se dice que el sistema es alfabético y se puede sostener el principio fundamental que lo sustenta: la correspondencia fonema-grafema. Sin embargo existen grafemas que no tienen correspondencia fonemática (h, u en queso); grafemas que identifican a distintos fonemas (y en yeso y en rey); grafemas diferentes que identifican al mismo fonema (g y j en ágil y ají); grafemas dobles que identifican un sólo fonema (ll;rr; ch) y un grafema que se corresponde con dos fonemas sucesivos (x)
La correspondencia fonemática es entonces el ppio. básico del sistema, pero tiene condicionamientos importantes en la medida en que tanto los grafemas mudos, como los casos de poligrafías y polifonías, los dígrafos y el dífono, son en sí contradictorios respecto de ese ppio. fundamental. Por otro lado, debe tenerse presente que no siempre los sistemas alfabéticos consignaron todos los fonemas, por ejemplo, la incorporación de las vocales es un logro de los griegos clásicos. En otro  sentido, hay que tener en cuenta que gran parte de los requisitos del sistema que usamos son el resultado de modificaciones culturales y procesos históricos, lo que permite comprender el punto de vista del niño como inadecuado desde nuestra convencionalidad pero nunca como irracional. Lo mismo ocurre con la direccionalidad de la escritura y el uso de mayúsculas y minúsculas. Lo expuesto tiene relación con el ppio. básico del sistema. Sin embargo, lo ortográfico se relaciona directamente con una serie de convenciones que tienen que ver en algunos casos con la etimología de las palabras, con su origen histórico y en otros casos con sus usos. Justamente las dificultades que tienen los niños y adultos se relacionan con lo ortográfico.
El sistema de escritura ha ido incorporando como toda tecnología, distintos tipos de elementos auxiliares, que han perfeccionado los textos escritos, y han facilitado sobre todo el acto de lectura. Las primeras escrituras eran líneas continuas de grafemas sin separación de ningún tipo y sin marcas auxiliares, y estas características se mantuvieron prácticamente así hasta la invención de la imprenta. En este momento nuestro sistema tiene incorporados los signos de puntuación, los de entonación, los llamados auxiliares (aunque éste término los involucre a todos), la tilde para señalar la acentuación y los blancos que en un texto marcan los límites de las palabras. Todos estos elementos se rigen con reglas absolutamente convencionales.
 ¿Por qué una misma escritura es a veces una palabra y otras veces dos palabras?
 La única respuesta posible es “porque se usa así”, técnicamente es convencional dentro del uso escrito actual de nuestra lengua. Esto nos lleva a pensar en la entidad palabra, que la escritura aísla pero cuyos límites en la oralidad son totalmente oscuros. Esto es una de las primeras dificultades que los niños afrontan. Los niños han manejado desde que aprendieron a hablar una forma de segmentación que es la oralidad y para escribir tienen que modificarla de acuerdo con otras leyes, que por otra parte, también son convencionales. Unión y separación de palabras en los textos son dos fenómenos interrelacionados (“cefueron a la casa”; “en pesaron a tua ella pagaron”)
A lo largo del libro se ha venido sosteniendo que la función básica del texto es la de COMUNICAR. Por lo tanto el primer requisito para que así sea es ser inteligible. Así es como las últimas frases lo son, porque mínimamente respetan el principio de alfabeticidad del sistema, aunque no sepan ni respeten las convenciones ortográficas.
Cuando los niños comienzan a escribir alfabéticamente, en el nivel de la palabra suelen aparecer dos tipos de transgresiones claves: la omisión de algún/os grafemas y la trasposición de algún/os grafemas. La primera es más frecuente. En cuanto a esto, es importante que los maestros examinen con los niños las palabras que se hayan escrito incorrectamente (Ej: decir que “falta algo”; escribiéndola convencionalmente para que la compare, etc.)
Es importante que el maestro tenga presente que en el campo del sistema de escritura se puede y se debe apuntar a la totalidad en el largo plazo, pero es imposible darle importancia a todo al mismo tiempo. El orden en este caso debe partir de las condiciones impuestas por el objeto de estudio. Este último plantea un principio básico que asegura su inteligibilidad, por lo tanto allí hay que apuntar en primer término.
Ante uniones y separaciones incorrectas, el maestro puede hacer observar al niño textos impresos. Ej: de intervención “miremos las líneas escritas ¿está todo lleno de letras? ¿Para qué son esos espacios?” etc.
Todos estos errores son lógicos dentro de un proceso de aprendizaje. Una actitud inteligente del maestro pasará por mantener un seguimiento de los tipos de errores que los niños están cometiendo para producir estrategias didácticas y ver cómo el niño actúa frente a ellas, si modifica su trabajo, si advierte el tipo de error que ha cometido, si consulta para autocorregirse y tantas otras actitudes que vayan mostrando una toma de conciencia de la dificultad, lo que se une en todos los casos con una disminución regular de los errores. En cuanto a las marcas auxiliares, pueden realizarse breves discusiones acerca de textos escritos: “¿Por qué el autor habrá puesto un punto aquí? ¿Qué está separando?”. Aquí también el aprendizaje será progresivo, siendo importante que explore todas las marcas y sus usos, pero en primera instancia lograr que incorpore el punto y la mayúscula.







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