1. INTRODUCCIÓN: CONCEPTOS DE ESTADO Y
NACIÓN
Como sostiene Strasser,l el Estado es
la organización que impone y/o obtiene acatamiento de la
población,
valiéndose tanto del poder o coerción como de la autoridad o legitimidad para lograr
este objetivo. El Estado es el ordenador
de la sociedad. Debido a la diversidad de
comportamientos, actividades e intereses
que caracterizan a los miembros de cualquier sociedad y
que a menudo resultan incompatibles
entre sí, es necesaria la existencia de un instrumento para la
resolución y/o regulación de los conflictos sociales, provocados
por el choque de estos intereses,
valores, hábitos y comportamientos
existentes. Este instrumento
de dominación política, cuyo
objetivo es imponer un determinado tipo de orden y que
expresa a la vez el interés general de la
sociedad y el interés de uno o más
sectores dominantes de cualquier sociedad, es el Estado. La
Nación, en cambio, es una realidad del orden cultural (en el
sentido antropológico) constituida
básicamente por tradiciones, lengua, vínculos religiosos, hábitos y
estilos de vida compartidos, y
desde ya, una historia en común. Ni el Estado ni la Nación existen desde
siempre; ambos se
forman con el tiempo. Además, Estado y
Nación no necesariamente aparecen Juntos. Existen
casos en donde uno de los componentes —o
el Estado o la Nación —
puede estar ausente. Por
ejemplo, la existencia de la nación
alemana o la nación Judía es anterior a la constitución del
Estado alemán o del Estado israelí
actual.
Según Oszlak, sólo podemos hablar de un Estado nacional cuando un
determinado sistema de
dominación -u ordenamiento- social tiene
las siguientes propiedades: 1)
capacidad de manifestar
su
poder; obteniendo reconocimiento como unidad soberana dentro de un sistema de
relaciones
interestatales;
2) capacidad de institucionalizar su autoridad, imponiendo una estructura de
relaciones
de poder que garantice el monopolio del poder estatal sobre los medios
organizados de
coerción;
3) capacidad de diferenciar su control, a través de la creación de un conjunto
funcionalmente
diferenciado de instituciones públicas con reconocida legitimidad para extraer
en
forma
estable recursos de la sociedad civil, con cierto grado de profesionalización
de sus
funcionarios
y cierta medida de control centralizado sobre sus respectivas actividades y 4)
capacidad
de internalizar una identidad colectiva, mediante la emisión de símbolos que
refuerzan
sentimientos
de pertenencia y solidaridad social y permiten, en consecuencia, el control
ideológico
como
mecanismo de dominación. 2
Asimismo. Oszlak agrega que la noción de
Estado nacional presupone, además de estas cuatro
propiedades, la presencia de condiciones materiales que posibiliten la
expansión e integración
del
espacio económico (mercado) y la movilización de
agentes sociales en el sentido de instituir
relaciones
de producción e
intercambio crecientemente complejas
mediante el control y empleo de
recursos de dominación. Esto significa
que la formación de una economía capitalista y de un
Estado nacional son aspectos de un mismo
proceso, pues esa economía en formación va definiendo
2
un ámbito territorial, diferenciando
estructuras productivas y homogeneizando
intereses de clase
que
en tanto fundamento material de la nación, contribuyen a otorgar al Estado un
carácter
nacional.3
2. EMANCIPACIÓN Y PROCESO DE FORMACIÓN
DEL ESTADO
ARGENTINO: EL LARGO CAMINO HACIA LA ORGANIZACIÓN NACIONAL
(1810 A 1860)
Para comprender mejor los factores que
posibilitaron a partir de 1860 la formación del Estado
argentino, resulta imprescindible
examinar las razones del fracaso de los diversos intentos de
organización nacional previos a esa fecha. Por esta razón el análisis histórico de
este trabajo se
retrotraerá hasta 1810, considerando
cuatro períodos diferentes: a) 1810 a 1829; b) 1829-1852; c)
1852-1860 y d) 1860 en adelante.
a) Primer período (1810
a 1829): Si bien es cierto que la Revolución de Mayo y
las luchas de
emancipación iniciadas en 1810 marcaron
el comienzo del proceso de creación de la nación
argentina, la ruptura con el poder imperial
no produjo automáticamente la emergencia de un
Estado nacional. Roto el vínculo
colonial, pronto se hizo evidente que el Virreinato del Río de la
Plata resultaba un ámbito unificado
sólo por el control español. Dicho virreinato estaba
constituido por un conjunto de regiones
y provincias con realidades geográficas, políticas,
económicas y culturales muy diferentes entre sí. La dominación española no había
creado una
base ni material ni política para el
desarrollo posterior de una clase criolla capaz de ejercer un
liderazgo centralizado sobre todo el
ex-Virreinato del Río de la
Plata.
intentó utilizar la estructura política heredada del poder
colonial español —y
aun el nombre de
Fernando VII— para imponer su
autoridad sobre el resto del ex-virreinato. Pero las diversas
partes de dicho virreinato —Alto Perú.
Banda Oriental. Paraguay e incluso las provincias del
Interior y del Litoral— tenían intereses
económicos, políticos y culturales que no coincidían con
los de Buenos Aires. Así, el movimiento independentista no pudo
ganar adhesiones fuera de
Buenos Aires.
Las ideas y principios de la
Revolución de Mayo no conseguían ser por sí mismos
un factor aglutinante que mantuviera la unidad del ex-Virreinato del Río
de la Plata. La
desaparición del poder colonial español
dejó al descubierto la presencia en el futuro ámbito de la
República Argentina de tres áreas
diferentes en cuanto a tradiciones, historia e intereses políticos
y económicos: Buenos Aires —
comprendiendo la provincia y el puerto—, el interior
mediterráneo y el Litoral.
El esquema de dominación que proponía Buenos Aires estaba ligado
al fortalecimiento del
circuito económico Buenos Aires-mercado externo, concentrado en el puerto desde fines
del siglo
XVIII, y que a partir de principios del
siglo XIX consistía en la exportación de productos
ganaderos como fuente de intercambio con
el exterior. El predominio centralizado de Buenos
Aires implicaba el control de los recursos obtenidos a través de la Aduana , el fortalecimiento
del
circuito Buenos Aires-mercado externo y la apertura del resto de
las provincias a las
importaciones de los países industrializados. En otras palabras, este régimen de
libre intercambio
de productos en todo el futuro
territorio argentino, propuesto por los sectores terratenientes y
mercantiles de Buenos Aires,
implicaba el certificado de muerte para las incipientes economías
del Interior, cuya producción artesanal no podía competir con los
eficientes productos importados
europeos.
Por su parte, la región
mediterránea, que abarca las provincias del centro, norte y oeste,
comprendía economías de desiguales
características y grados de desarrollo. La zona central y
norteña se configuró durante los siglos
XVI y XVII, vinculada al circuito de las minas
potosinas y
el puerto de Lima, como proveedora de
carretas, tejidos y animales de carga. La zona cuyana
3
compartió estos rasgos generales, pero
sus vinculaciones más importantes fueron con la economía
chilena y tuvo un mayor desarrollo de la
agricultura. Las provincias de Catamarca y La Rioja.
marginales a los circuitos económicos
del centro-noroeste y del Cuyo, formaban la zona
económicamente más atrasada de toda la
región. El agotamiento de las minas de Potosí a partir
del siglo XVII y la posterior interrupción del tráfico con Perú
afectaron significativamente el
circuito entre las economías limeña e
interior mediterránea. Por su parte, las barreras aduaneras
internas y la competencia del comercio
de importación impedían el comercio entre el Interior y la
región comprendida por las provincias de
Buenos Aires y del Litoral. Las posibilidades de
expansión de la región interior -mediterránea dependían en gran
medida de un Estado que
limitara las importaciones provenientes de los países
industrializados europeos, quitara a Buenos
Aires el control exclusivo de la aduana, y destinara una porción
importante de las rentas
aduaneras a subsidiar los gobiernos provinciales y ayudara a una
vinculación entre las provincias
del Interior y la reglón pampeano-litoraleña.
Por su parte, y a diferencia del
interior mediterráneo, la región del Litoral participaba de la
exportación de productos ganaderos hacia el exterior y del
comercio de importación proveniente
de los países industrializados europeos. Pero, si bien compartían
con Buenos Aires la necesidad de
eliminar las barreras aduaneras y fortalecer el intercambio con el
exterior de acuerdo con los
postulados librecambistas, las provincias del Litoral querían
terminar con el dominio exclusivo
portuario de Buenos Aires a través de la sanción de la libre
navegación de los ríos interiores y la
nacionalización de la
Aduana de Buenos Aires.
Estas diferencias regionales eran más
importantes que las filiaciones políticas. El conflicto entre
federales y unitarios, que la literatura identifica con el origen y
desarrollo de las guerras civiles
argentinas, reflejaba claramente estas
contradicciones entre los distintos intereses de Buenos
Aires. Litoral e Interior mediterráneo.
En este sentido, resultan muy claras las palabras del
gobernador interino de Córdoba Mariano
Fragueiro al caudillo de la provincia de La Rioja
Facundo Quiroga, veinte años antes de la
batalla de Caseros (1852): "La guerra civil aunque
ostensiblemente se hace entre federales
y unitarios, ella no existe fundamentalmente sino entre las
provincias interiores y las litorales
porque los intereses de entre ambas no han estado
íntimamente ligados...".4
El período comprendido entre 1810 hasta 1829 puede ser
caracterizado como una etapa en la que
Buenos Aires intentó inútilmente imponer un proyecto de
organización nacional basado en el
control político y económico - a través del dominio de la Aduana — sobre el resto de
las
provincias. Así, los sucesivos intentos institucionales —Junta
Grande, Primer y Segundo Triunvirato,
Directorio— fracasaron estrepitosamente por intentar imponer
modelos políticoeconómicos
inspirados en el ejemplo europeo y no tener en cuenta los
intereses de las provincias
argentinas, aisladas geográfica, política, económica y
culturalmente de Buenos Aires. Los distintos
intentos de Buenos Aires por imponer
proyectos de Constitución con alcance nacional fracasaron.
Carecían de los atributos económicos, políticos e
ideológico-culturales que define Oszlak como
condición necesaria para la formación de un Estado nacional. Los atributos materiales
(económicos) estaban ausentes, dado que las diferencias de
intereses económicos existentes entre
Buenos Aires y las provincias del Interior no permitieron la
conformación de un mercado en nivel
nacional, factor ligado estrechamente a la conformación de un
Estado nacional.
Asimismo, la sola
presencia de los proyectos de
organización nacional elaborados por Buenos Aires no reflejaba una
idea de Estado nacional que integrara en un solo cuerpo a Buenos
Aires y las provincias. No
existían vínculos materiales y culturales lo suficientemente
sólidos como para hablar de "patria"
en nivel nacional. No existía la Argentina como Nación, como república unida o como patria.
Caído el poder colonial español, cada
provincia, liderada por caudillos locales, se constituyó en
unidad política y en símbolo de resistencia al poder de Buenos
Aires. Cada provincia se convirtió
en la "patria" o "la Nación ". Tres décadas
después de declarada la independencia. Esteban
Echeverría aún observaba: "La
patria, para el correntino, es Corrientes; para el cordobés,
4
Córdoba... para el gaucho, el pago en
que nació. La vida e intereses comunes que envuelve el
sentimiento nacional de la patria es
una abstracción incomprensible para ellos, y no pueden ver la
unidad de la república simbolizada en su nombre".5
Como reflejo más evidente del fracaso de
los intentos de centralización porteña, en 1820 cayó
derrotado por las fuerzas dirigidas por los caudillos de las
provincias de Santa Fe y Entre Ríos el
último director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata y se sucedió hasta
1829 un
período en donde cada provincia argentina — incluida Buenos Aires—
se autogobernó. tuvo su
propio ejército, su propia moneda y su propia administración.
b) Período 1829 a 1852: Este
período puede ser caracterizado como la etapa teñida por la
autoridad de Juan Manuel de Rosas (si bien hubo un lapso entre los años
1832 y 1835. en el cual
Rosas no gobernó la provincia de Buenos
Aires aunque organizó la primera campaña contra los
indios al sur de dicha provincia). Los
dos gobiernos de Rosas (1829-1832 y 1835-1852) encarnaron
la vuelta a una forma de orden político
peculiar luego de los años de guerra civil y anarquía.
Orden peculiar porque aunque estaba
basado en el predominio político-económico de Buenos
Aires — cuyo gobierno asumía la
representación exterior y simultáneamente seguía manejando
los recursos de la Aduana-, se asentaba
sobre una suerte de coalición entre Buenos Aires y las
provincias que —funcionando como
cuasi-Estados dentro de una federación— conservaban su
cuota de autonomía política. También era
peculiar porque este orden político no estaba
institucionalizado en la figura Jurídica
de una Constitución, sino "que estaba basado en los pactos
y coaliciones de facto entre
Rosas y los caudillos provinciales. Sin embargo, al mantener las
diferencias económicas entre Buenos Aires, él Litoral y las
provincias del interior, el orden rosista
no implicó la constitución de un Estado nacional. Como sostiene Oszlak. "la coalición
de fuerzas
del litoral, que con apoyo extranjero y
de sectores disidentes de Buenos Aires derrotó a Rosas en
Caseros, se constituyó —no casualmente—
en circunstancias en que las oportunidades de
progreso económico abiertas por el
sostenido aumento de la demanda externa y los nuevos
avances tecnológicos disponibles al
promediar el siglo (léase segunda Revolución Industrial de los
países europeos), ponían crudamente de
manifiesto las restricciones a que se hallaban sometidos
la producción y el intercambio de las
economías litoraleñas".6
c) Periodo 1852
a 1860: La victoria de Urquiza, caudillo que
representaba los
intereses del Litoral y pasaba a reemplazar a Rosas como figura de
proyección nacional a partir
de la batalla de Caseros (1852), tampoco implicó la inmediata
aparición de un Estado nacional.
Urquiza, al frente de la llamada
Confederación Argentina, no lograba la adhesión de Buenos
Aires, que se mantuvo separada del resto del país y siguió
manejando los recursos de la
Aduana.
Este intento de organización nacional sobrevivió tan sólo hasta
1860 al no contar con el apoyo y
los recursos de la provincia más rica y el puerto de ultramar más
importante.
d) Periodo de 1860 en adelante: La batalla de Pavón (1860) en la que
Mitre,
líder de las fuerzas porteñas, derrota a
Urquiza. al mando de los ejércitos de
consolidación del Estado nacional argentino. El Estado surgido de Pavón
debió luchar duramente para establecer
su dominio en nivel nacional: así. el
gobierno de Mitre debió enfrentar las
reacciones de los distintos caudillos
del Interior, que no se resignaban a perder las prácticas
autónomas que
atentaban contra el poder central. En este sentido, la creación por parte
de
Mitre de un ejército nacional en
1864. creando cuerpos de línea que se distribuyeron
estratégicamente por el resto del país,
constituyó un elemento de evidente valor para eliminar los
focos de resistencia armada en las provincias.7
Sin embargo, la presencia del poder
central no podía basarse sólo en la fuerza de las armas. Los
largos años de guerra civil mostraban
que la organización nacional no podía asentarse sobre la
represión militar por parte de un poder central. Por su parte, la experiencia rosista
había
5
demostrado que la organización nacional tampoco podía asentarse
sobre la base de alianzas
efímeras entre Buenos Aires y los caudillos provinciales, alianzas
que las circunstancias
cambiantes se encargaban de desvirtuar. Como sostiene, Oszlak,8 la penetración del gobierno
central en el resto del país se hizo
efectiva a partir de 1860 a
través de una serie de mecanismos,
tanto de carácter material como de
carácter político-ideológico, que harían finalmente viable la
organización nacional: 1) represivos, que supusieron la
creación de una fuerza militar unificada y
distribuida territorialmente con el objeto de sofocar todo intento
de alteración del orden impuesto
por el Estado nacional; 2) cooptativos,
que incluyeron el crecimiento de personal tanto civil como
militar en el interior designado por el gobierno nacional y la
intervención federal del Poder
Ejecutivo Nacional, que le permitía controlar a su favor la
evolución de los asuntos internos
provinciales.
Otro mecanismo de cooptación que se suma a los anteriormente señalados
consistía
en el otorgamiento — o suspensión—
por parte del gobierno nacional de subsidios a las provincias
para captar la adhesión de las burguesías o los gobiernos
provinciales;
3) materiales, que
comprendieron diversas formas de avance
del Estado nacional a través de la localización en
territorio provincial de obras,
servicios y regulaciones indispensables para el progreso económico
de dichas provincias y
4) ideológico, que consistieron en la capacidad de difusión y
creación de
valores, conocimientos y símbolos
reforzadores de sentimientos de nacionalidad que tendían a
legitimar el sistema de dominación
establecido. Ejemplo de este mecanismo ideológico fue la
educación estatal, que constituyó una herramienta
del gobierno nacional destinada a
"argentinizar" a los hijos de
Inmigrantes a través de la difusión de contenidos y símbolos
culturales patrios en las escuelas.
Dentro de los mecanismos de penetración
estatal que menciona Oszlak, no hay que olvidar la
importancia que tuvo para la formación
de un Estado nacional a partir de 1860 un conjunto de
factores materiales, entre los que se
destacan el aumento de la demanda de productos
agropecuarios por parte de la Europa industrializada (especialmente Gran Bretaña)"— el
aumento de la demanda británica de lana
Justamente se produjo en la década del '60 del siglo
pasado y la posibilidad para la Argentina de acceder a
avances tecnológicos como el ferrocarril y
el telégrafo, que permitieron una mejor y más fluida comunicación
con el resto del país,
posibilidad impensable en los períodos anteriores a 1860.
3. CONCLUSIONES
Este trabajo trata de mostrar que el
proceso de formación de un Estado nacional incluye
componentes de carácter político
(un sistema de dominación y/o control social que posea
legitimidad en el resto de la sociedad,
que pueda manifestar e institucionalizar su poder),
económico
(la conformación de un mercado nacional y la maduración de un proyecto de
inserción
internacional en donde el Estado nacional
juega un rol determinado), e incluso de carácter
cultural
(la existencia de valores compartidos por los distintos sectores de una
sociedad que
integran la Nación ). En el caso
argentino, la caída del poder colonial español no implicó la
inmediata formación de un Estado
nacional. El período que va desde 1810 hasta 1860 puede ser
interpretado como una etapa
caracterizada por la falta de un proyecto político y económico que
integrase los intereses de Buenos Aires,
el Litoral y el Interior mediterráneo. Buenos Aires
controlaba los recursos de la Aduana y era la provincia
más rica, pero en la etapa 1810-1860 no
pudo establecer un esquema de
organización nacional estable y que tuviera respaldo por parte de
los caudillos provinciales. A su vez, el
resto de las provincias no contaban con los recursos
necesarios para imponer a Buenos Aires
un proyecto de organización de alcance nacional.
etapa institucional iniciada con la
caída de Rosas en la batalla de Caseros (1852), comenzó a
vislumbrarse con mayor fuerza
precisamente cuando la posibilidad de articular y compatibilizar
estos diferentes intereses económicos
regionales le otorgó sustento material, político e incluso
valores culturales compartidos a la Nación. Como dice
Jitrik, el modelo de dominación política de
6
la generación del 80 se articuló sobre la
coincidencia de intereses entre las clases dominantes de
Buenos Aires y de las provincias con
perfil exportador. Analizando
el gobierno de Roca, sin duda la
expresión más acabada del modelo de
dominación política de dicha generación, Jitrik muestra
claramente el paso del conflicto a la
concertación de intereses en la relación entre Buenos Aires y las
provincias: "los gobernadores, promovidos
aproximadamente por las mismas razones que el
presidente, son los representantes
locales de grupos político-económicos que se han venido
imponiendo y que pueden tener
entendimiento con una Buenos Aires con la que ahora coinciden.
Y como lo que ha ocurrido no ha sido una
derrota porteña sino una universalización de sus
intereses y objetivos, la «Liga»,
organismo político, es el punto de partida de la creación de una
clase nacional.9 [...]que reposa sobre tres o cuatro realidades: la
propiedad terrateniente, la
ganadería, la estrecha vinculación con
Europa, económica y cultural, el culto al «progreso
indefinido»".10
En síntesis, a partir de 1860 la
conjunción de varios elementos contribuyó positivamente a la
formación de un Estado nacional: la
experiencia traumática de décadas de guerra civil, la efectiva
aplicación de diversos mecanismos de
penetración y control del gobierno nacional sobre las provincias,
el sensible aumento de la demanda
externa de productos agropecuarios argentinos, el
aporte positivo de adelantos
tecnológicos como el ferrocarril y el telégrafo en las comunicaciones y
el acuerdo de intereses entre las clases
dominantes de Buenos Aires y las provincias. La suma de
todos estos elementos otorgó la base
material, política e ideológica necesaria para la formación de
un Estado nacional y de un espacio
económico (mercado) integrado en función de un proyecto de
inserción
internacional para Argentina: el modelo primario-exportador.
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