martes, 18 de noviembre de 2014

Resumen de "Consideraciones a cerca de la formación del Estado Argentino" de Corigliano

1. INTRODUCCIÓN: CONCEPTOS DE ESTADO Y NACIÓN
Como sostiene Strasser,l el Estado es la organización que impone y/o obtiene acatamiento de la
población, valiéndose tanto del poder o coerción como de la autoridad o legitimidad para lograr
este objetivo. El Estado es el ordenador de la sociedad. Debido a la diversidad de
comportamientos, actividades e intereses que caracterizan a los miembros de cualquier sociedad y
que a menudo resultan incompatibles entre sí, es necesaria la existencia de un instrumento para la
resolución y/o regulación de los conflictos sociales, provocados por el choque de estos intereses,
valores, hábitos y comportamientos existentes. Este instrumento de dominación política, cuyo
objetivo es imponer un determinado tipo de orden y que expresa a la vez el interés general de la
sociedad y el interés de uno o más sectores dominantes de cualquier sociedad, es el Estado. La
Nación, en cambio, es una realidad del orden cultural (en el sentido antropológico) constituida
básicamente por tradiciones, lengua, vínculos religiosos, hábitos y estilos de vida compartidos, y
desde ya, una historia en común. Ni el Estado ni la Nación existen desde siempre; ambos se
forman con el tiempo. Además, Estado y Nación no necesariamente aparecen Juntos. Existen
casos en donde uno de los componentes —o el Estado o la Nación— puede estar ausente. Por
ejemplo, la existencia de la nación alemana o la nación Judía es anterior a la constitución del
Estado alemán o del Estado israelí actual.
Según Oszlak, sólo podemos hablar de un Estado nacional cuando un determinado sistema de
dominación -u ordenamiento- social tiene las siguientes propiedades: 1) capacidad de manifestar
su poder; obteniendo reconocimiento como unidad soberana dentro de un sistema de relaciones
interestatales; 2) capacidad de institucionalizar su autoridad, imponiendo una estructura de
relaciones de poder que garantice el monopolio del poder estatal sobre los medios organizados de
coerción; 3) capacidad de diferenciar su control, a través de la creación de un conjunto
funcionalmente diferenciado de instituciones públicas con reconocida legitimidad para extraer en
forma estable recursos de la sociedad civil, con cierto grado de profesionalización de sus
funcionarios y cierta medida de control centralizado sobre sus respectivas actividades y 4)
capacidad de internalizar una identidad colectiva, mediante la emisión de símbolos que refuerzan
sentimientos de pertenencia y solidaridad social y permiten, en consecuencia, el control ideológico
como mecanismo de dominación. 2
Asimismo. Oszlak agrega que la noción de Estado nacional presupone, además de estas cuatro
propiedades, la presencia de condiciones materiales que posibiliten la expansión e integración del
espacio económico (mercado) y la movilización de agentes sociales en el sentido de instituir
relaciones de producción e intercambio crecientemente complejas mediante el control y empleo de
recursos de dominación. Esto significa que la formación de una economía capitalista y de un
Estado nacional son aspectos de un mismo proceso, pues esa economía en formación va definiendo
2
un ámbito territorial, diferenciando estructuras productivas y homogeneizando intereses de clase
que en tanto fundamento material de la nación, contribuyen a otorgar al Estado un carácter
nacional.3
2. EMANCIPACIÓN Y PROCESO DE FORMACIÓN DEL ESTADO
ARGENTINO: EL LARGO CAMINO HACIA LA ORGANIZACIÓN NACIONAL
(1810 A 1860)
Para comprender mejor los factores que posibilitaron a partir de 1860 la formación del Estado
argentino, resulta imprescindible examinar las razones del fracaso de los diversos intentos de
organización nacional previos a esa fecha. Por esta razón el análisis histórico de este trabajo se
retrotraerá hasta 1810, considerando cuatro períodos diferentes: a) 1810 a 1829; b) 1829-1852; c)
1852-1860 y d) 1860 en adelante.
a) Primer período (1810 a 1829): Si bien es cierto que la Revolución de Mayo y las luchas de
emancipación iniciadas en 1810 marcaron el comienzo del proceso de creación de la nación
argentina, la ruptura con el poder imperial no produjo automáticamente la emergencia de un
Estado nacional. Roto el vínculo colonial, pronto se hizo evidente que el Virreinato del Río de la
Plata resultaba un ámbito unificado sólo por el control español. Dicho virreinato estaba
constituido por un conjunto de regiones y provincias con realidades geográficas, políticas,
económicas y culturales muy diferentes entre sí. La dominación española no había creado una
base ni material ni política para el desarrollo posterior de una clase criolla capaz de ejercer un
liderazgo centralizado sobre todo el ex-Virreinato del Río de la Plata.
La Primera Junta de Gobierno surgida a partir de la Revolución de Mayo en Buenos Aires
intentó utilizar la estructura política heredada del poder colonial español —y aun el nombre de
Fernando VII— para imponer su autoridad sobre el resto del ex-virreinato. Pero las diversas
partes de dicho virreinato —Alto Perú. Banda Oriental. Paraguay e incluso las provincias del
Interior y del Litoral— tenían intereses económicos, políticos y culturales que no coincidían con
los de Buenos Aires. Así, el movimiento independentista no pudo ganar adhesiones fuera de
Buenos Aires. Las ideas y principios de la Revolución de Mayo no conseguían ser por sí mismos
un factor aglutinante que mantuviera la unidad del ex-Virreinato del Río de la Plata. La
desaparición del poder colonial español dejó al descubierto la presencia en el futuro ámbito de la
República Argentina de tres áreas diferentes en cuanto a tradiciones, historia e intereses políticos
y económicos: Buenos Aires — comprendiendo la provincia y el puerto—, el interior
mediterráneo y el Litoral.
El esquema de dominación que proponía Buenos Aires estaba ligado al fortalecimiento del
circuito económico Buenos Aires-mercado externo, concentrado en el puerto desde fines del siglo
XVIII, y que a partir de principios del siglo XIX consistía en la exportación de productos
ganaderos como fuente de intercambio con el exterior. El predominio centralizado de Buenos
Aires implicaba el control de los recursos obtenidos a través de la Aduana, el fortalecimiento del
circuito Buenos Aires-mercado externo y la apertura del resto de las provincias a las
importaciones de los países industrializados. En otras palabras, este régimen de libre intercambio
de productos en todo el futuro territorio argentino, propuesto por los sectores terratenientes y
mercantiles de Buenos Aires, implicaba el certificado de muerte para las incipientes economías
del Interior, cuya producción artesanal no podía competir con los eficientes productos importados
europeos.
Por su parte, la región mediterránea, que abarca las provincias del centro, norte y oeste,
comprendía economías de desiguales características y grados de desarrollo. La zona central y
norteña se configuró durante los siglos XVI y XVII, vinculada al circuito de las minas potosinas y
el puerto de Lima, como proveedora de carretas, tejidos y animales de carga. La zona cuyana
3
compartió estos rasgos generales, pero sus vinculaciones más importantes fueron con la economía
chilena y tuvo un mayor desarrollo de la agricultura. Las provincias de Catamarca y La Rioja.
marginales a los circuitos económicos del centro-noroeste y del Cuyo, formaban la zona
económicamente más atrasada de toda la región. El agotamiento de las minas de Potosí a partir
del siglo XVII y la posterior interrupción del tráfico con Perú afectaron significativamente el
circuito entre las economías limeña e interior mediterránea. Por su parte, las barreras aduaneras
internas y la competencia del comercio de importación impedían el comercio entre el Interior y la
región comprendida por las provincias de Buenos Aires y del Litoral. Las posibilidades de
expansión de la región interior -mediterránea dependían en gran medida de un Estado que
limitara las importaciones provenientes de los países industrializados europeos, quitara a Buenos
Aires el control exclusivo de la aduana, y destinara una porción importante de las rentas
aduaneras a subsidiar los gobiernos provinciales y ayudara a una vinculación entre las provincias
del Interior y la reglón pampeano-litoraleña.
Por su parte, y a diferencia del interior mediterráneo, la región del Litoral participaba de la
exportación de productos ganaderos hacia el exterior y del comercio de importación proveniente
de los países industrializados europeos. Pero, si bien compartían con Buenos Aires la necesidad de
eliminar las barreras aduaneras y fortalecer el intercambio con el exterior de acuerdo con los
postulados librecambistas, las provincias del Litoral querían terminar con el dominio exclusivo
portuario de Buenos Aires a través de la sanción de la libre navegación de los ríos interiores y la
nacionalización de la Aduana de Buenos Aires.
Estas diferencias regionales eran más importantes que las filiaciones políticas. El conflicto entre
federales y unitarios, que la literatura identifica con el origen y desarrollo de las guerras civiles
argentinas, reflejaba claramente estas contradicciones entre los distintos intereses de Buenos
Aires. Litoral e Interior mediterráneo. En este sentido, resultan muy claras las palabras del
gobernador interino de Córdoba Mariano Fragueiro al caudillo de la provincia de La Rioja
Facundo Quiroga, veinte años antes de la batalla de Caseros (1852): "La guerra civil aunque
ostensiblemente se hace entre federales y unitarios, ella no existe fundamentalmente sino entre las
provincias interiores y las litorales porque los intereses de entre ambas no han estado
íntimamente ligados...".4
El período comprendido entre 1810 hasta 1829 puede ser caracterizado como una etapa en la que
Buenos Aires intentó inútilmente imponer un proyecto de organización nacional basado en el
control político y económico - a través del dominio de la Aduana— sobre el resto de las
provincias. Así, los sucesivos intentos institucionales —Junta Grande, Primer y Segundo Triunvirato,
Directorio— fracasaron estrepitosamente por intentar imponer modelos políticoeconómicos
inspirados en el ejemplo europeo y no tener en cuenta los intereses de las provincias
argentinas, aisladas geográfica, política, económica y culturalmente de Buenos Aires. Los distintos
intentos de Buenos Aires por imponer proyectos de Constitución con alcance nacional fracasaron.
Carecían de los atributos económicos, políticos e ideológico-culturales que define Oszlak como
condición necesaria para la formación de un Estado nacional. Los atributos materiales
(económicos) estaban ausentes, dado que las diferencias de intereses económicos existentes entre
Buenos Aires y las provincias del Interior no permitieron la conformación de un mercado en nivel
nacional, factor ligado estrechamente a la conformación de un Estado nacional. Asimismo, la sola
presencia de los proyectos de organización nacional elaborados por Buenos Aires no reflejaba una
idea de Estado nacional que integrara en un solo cuerpo a Buenos Aires y las provincias. No
existían vínculos materiales y culturales lo suficientemente sólidos como para hablar de "patria"
en nivel nacional. No existía la Argentina como Nación, como república unida o como patria.
Caído el poder colonial español, cada provincia, liderada por caudillos locales, se constituyó en
unidad política y en símbolo de resistencia al poder de Buenos Aires. Cada provincia se convirtió
en la "patria" o "la Nación". Tres décadas después de declarada la independencia. Esteban
Echeverría aún observaba: "La patria, para el correntino, es Corrientes; para el cordobés,
4
Córdoba... para el gaucho, el pago en que nació. La vida e intereses comunes que envuelve el
sentimiento nacional de la patria es una abstracción incomprensible para ellos, y no pueden ver la
unidad de la república simbolizada en su nombre".5
Como reflejo más evidente del fracaso de los intentos de centralización porteña, en 1820 cayó
derrotado por las fuerzas dirigidas por los caudillos de las provincias de Santa Fe y Entre Ríos el
último director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata y se sucedió hasta 1829 un
período en donde cada provincia argentina — incluida Buenos Aires— se autogobernó. tuvo su
propio ejército, su propia moneda y su propia administración.




b) Período 1829 a 1852: Este período puede ser caracterizado como la etapa teñida por la
autoridad de Juan Manuel de Rosas (si bien hubo un lapso entre los años 1832 y 1835. en el cual
Rosas no gobernó la provincia de Buenos Aires aunque organizó la primera campaña contra los
indios al sur de dicha provincia). Los dos gobiernos de Rosas (1829-1832 y 1835-1852) encarnaron
la vuelta a una forma de orden político peculiar luego de los años de guerra civil y anarquía.
Orden peculiar porque aunque estaba basado en el predominio político-económico de Buenos
Aires — cuyo gobierno asumía la representación exterior y simultáneamente seguía manejando
los recursos de la Aduana-, se asentaba sobre una suerte de coalición entre Buenos Aires y las
provincias que —funcionando como cuasi-Estados dentro de una federación— conservaban su
cuota de autonomía política. También era peculiar porque este orden político no estaba
institucionalizado en la figura Jurídica de una Constitución, sino "que estaba basado en los pactos
y coaliciones de facto entre Rosas y los caudillos provinciales. Sin embargo, al mantener las
diferencias económicas entre Buenos Aires, él Litoral y las provincias del interior, el orden rosista
no implicó la constitución de un Estado nacional. Como sostiene Oszlak. "la coalición de fuerzas
del litoral, que con apoyo extranjero y de sectores disidentes de Buenos Aires derrotó a Rosas en
Caseros, se constituyó —no casualmente— en circunstancias en que las oportunidades de
progreso económico abiertas por el sostenido aumento de la demanda externa y los nuevos
avances tecnológicos disponibles al promediar el siglo (léase segunda Revolución Industrial de los
países europeos), ponían crudamente de manifiesto las restricciones a que se hallaban sometidos
la producción y el intercambio de las economías litoraleñas".6
c) Periodo 1852 a 1860: La victoria de Urquiza, caudillo que representaba los
intereses del Litoral y pasaba a reemplazar a Rosas como figura de proyección nacional a partir
de la batalla de Caseros (1852), tampoco implicó la inmediata aparición de un Estado nacional.
Urquiza, al frente de la llamada Confederación Argentina, no lograba la adhesión de Buenos
Aires, que se mantuvo separada del resto del país y siguió manejando los recursos de la Aduana.
Este intento de organización nacional sobrevivió tan sólo hasta 1860 al no contar con el apoyo y
los recursos de la provincia más rica y el puerto de ultramar más importante.


d) Periodo de 1860 en adelante: La batalla de Pavón (1860) en la que Mitre,
líder de las fuerzas porteñas, derrota a Urquiza. al mando de los ejércitos de
la Confederación Argentina, marcó el comienzo del proceso de formación y
consolidación del Estado nacional argentino. El Estado surgido de Pavón
debió luchar duramente para establecer su dominio en nivel nacional: así. el
gobierno de Mitre debió enfrentar las reacciones de los distintos caudillos
del Interior, que no se resignaban a perder las prácticas autónomas que
atentaban contra el poder central. En este sentido, la creación por parte de
Mitre de un ejército nacional en 1864. creando cuerpos de línea que se distribuyeron
estratégicamente por el resto del país, constituyó un elemento de evidente valor para eliminar los
focos de resistencia armada en las provincias.7
Sin embargo, la presencia del poder central no podía basarse sólo en la fuerza de las armas. Los
largos años de guerra civil mostraban que la organización nacional no podía asentarse sobre la
represión militar por parte de un poder central. Por su parte, la experiencia rosista había
5
demostrado que la organización nacional tampoco podía asentarse sobre la base de alianzas
efímeras entre Buenos Aires y los caudillos provinciales, alianzas que las circunstancias
cambiantes se encargaban de desvirtuar. Como sostiene, Oszlak,8 la penetración del gobierno
central en el resto del país se hizo efectiva a partir de 1860 a través de una serie de mecanismos,
tanto de carácter material como de carácter político-ideológico, que harían finalmente viable la
organización nacional: 1) represivos, que supusieron la creación de una fuerza militar unificada y
distribuida territorialmente con el objeto de sofocar todo intento de alteración del orden impuesto
por el Estado nacional; 2) cooptativos, que incluyeron el crecimiento de personal tanto civil como
militar en el interior designado por el gobierno nacional y la intervención federal del Poder
Ejecutivo Nacional, que le permitía controlar a su favor la evolución de los asuntos internos
provinciales. Otro mecanismo de cooptación que se suma a los anteriormente señalados consistía
en el otorgamiento — o suspensión— por parte del gobierno nacional de subsidios a las provincias
para captar la adhesión de las burguesías o los gobiernos provinciales;

3) materiales, que
comprendieron diversas formas de avance del Estado nacional a través de la localización en
territorio provincial de obras, servicios y regulaciones indispensables para el progreso económico
de dichas provincias y

4) ideológico, que consistieron en la capacidad de difusión y creación de
valores, conocimientos y símbolos reforzadores de sentimientos de nacionalidad que tendían a
legitimar el sistema de dominación establecido. Ejemplo de este mecanismo ideológico fue la
educación estatal, que constituyó una herramienta del gobierno nacional destinada a
"argentinizar" a los hijos de Inmigrantes a través de la difusión de contenidos y símbolos
culturales patrios en las escuelas.

Dentro de los mecanismos de penetración estatal que menciona Oszlak, no hay que olvidar la
importancia que tuvo para la formación de un Estado nacional a partir de 1860 un conjunto de
factores materiales, entre los que se destacan el aumento de la demanda de productos
agropecuarios por parte de la Europa industrializada (especialmente Gran Bretaña)"— el
aumento de la demanda británica de lana Justamente se produjo en la década del '60 del siglo
pasado y la posibilidad para la Argentina de acceder a avances tecnológicos como el ferrocarril y
el telégrafo, que permitieron una mejor y más fluida comunicación con el resto del país,
posibilidad impensable en los períodos anteriores a 1860.

3. CONCLUSIONES
Este trabajo trata de mostrar que el proceso de formación de un Estado nacional incluye
componentes de carácter político (un sistema de dominación y/o control social que posea
legitimidad en el resto de la sociedad, que pueda manifestar e institucionalizar su poder),
económico (la conformación de un mercado nacional y la maduración de un proyecto de inserción
internacional en donde el Estado nacional juega un rol determinado), e incluso de carácter
cultural (la existencia de valores compartidos por los distintos sectores de una sociedad que
integran la Nación). En el caso argentino, la caída del poder colonial español no implicó la
inmediata formación de un Estado nacional. El período que va desde 1810 hasta 1860 puede ser
interpretado como una etapa caracterizada por la falta de un proyecto político y económico que
integrase los intereses de Buenos Aires, el Litoral y el Interior mediterráneo. Buenos Aires
controlaba los recursos de la Aduana y era la provincia más rica, pero en la etapa 1810-1860 no
pudo establecer un esquema de organización nacional estable y que tuviera respaldo por parte de
los caudillos provinciales. A su vez, el resto de las provincias no contaban con los recursos
necesarios para imponer a Buenos Aires un proyecto de organización de alcance nacional.
La Organización Nacional, que los historiadores escriben con mayúsculas para referirse a la
etapa institucional iniciada con la caída de Rosas en la batalla de Caseros (1852), comenzó a
vislumbrarse con mayor fuerza precisamente cuando la posibilidad de articular y compatibilizar
estos diferentes intereses económicos regionales le otorgó sustento material, político e incluso
valores culturales compartidos a la Nación. Como dice Jitrik, el modelo de dominación política de
6
la generación del 80 se articuló sobre la coincidencia de intereses entre las clases dominantes de
Buenos Aires y de las provincias con perfil exportador. Analizando el gobierno de Roca, sin duda la
expresión más acabada del modelo de dominación política de dicha generación, Jitrik muestra
claramente el paso del conflicto a la concertación de intereses en la relación entre Buenos Aires y las
provincias: "los gobernadores, promovidos aproximadamente por las mismas razones que el
presidente, son los representantes locales de grupos político-económicos que se han venido
imponiendo y que pueden tener entendimiento con una Buenos Aires con la que ahora coinciden.
Y como lo que ha ocurrido no ha sido una derrota porteña sino una universalización de sus
intereses y objetivos, la «Liga», organismo político, es el punto de partida de la creación de una
clase nacional.9 [...]que reposa sobre tres o cuatro realidades: la propiedad terrateniente, la
ganadería, la estrecha vinculación con Europa, económica y cultural, el culto al «progreso
indefinido»".10
En síntesis, a partir de 1860 la conjunción de varios elementos contribuyó positivamente a la
formación de un Estado nacional: la experiencia traumática de décadas de guerra civil, la efectiva
aplicación de diversos mecanismos de penetración y control del gobierno nacional sobre las provincias,
el sensible aumento de la demanda externa de productos agropecuarios argentinos, el
aporte positivo de adelantos tecnológicos como el ferrocarril y el telégrafo en las comunicaciones y
el acuerdo de intereses entre las clases dominantes de Buenos Aires y las provincias. La suma de
todos estos elementos otorgó la base material, política e ideológica necesaria para la formación de
un Estado nacional y de un espacio económico (mercado) integrado en función de un proyecto de

inserción internacional para Argentina: el modelo primario-exportador.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario