El club de
los que leen y escriben
Frank Smith (1995)
Frank Smith (1995)
La iniciación de un niño en la lectura
y escritura nunca es exclusivamente una cuestión de educación formal. Con todo
lo sistemática que haya sido la enseñanza o lo homogéneo que sea el material,
los niños inevitablemente difieren en cuanto saben y en qué pueden demostrar.
Es lógico: sus experiencias extraescolares han sido diferentes. Esa
observación plantea preguntas tales como: ¿qué es lo que los chicos aprenden de
esas experiencias más generales en las cuales no interviene la educación
formal? ¿Cuál es la naturaleza de esas experiencias? ¿Por qué es tan efectiva
la experiencia informal en el aprendizaje infantil?
No hay pruebas de que ningún chico haya
aprendido alguna vez a leer simplemente porque se lo someta a un programa
sistemático de enseñanza de la lectura. Por otro lado, son cada vez mayores las
evidencias de que, aun antes de ir a la escuela, gran parte de los niños saben
muchas cosas sobre la lectura y la escritura y tienen sutiles y decisivas
hipótesis sobre la naturaleza misma de la alfabetización.
Mi argumentación es que los niños sólo
aprenden a leer y escribir eficazmente si son admitidos en una comunidad de
usuarios de la lengua escrita a la que daré el nombre de “el club de los
alfabetizados”, al cual ingresan sin antes poder leer o escribir una palabra
por su cuenta. Ese club debe ser similar a la comunidad de usuarios del lenguaje
hablado.
El club de
la lengua hablada:
Los niños se integran a un club de
hablantes mediante un único acto de aceptación recíproca. Los pequeños se suman
al club de hablantes a los cuales dan por sentado se van a parecer; esos son
sus semejantes. Los miembros experimentados, a la vez, aceptan al niño como uno
de ellos. El club funciona en forma bastante parecida a un club de intereses.
Los integrantes participan de los intereses que comparte el grupo y tienden al
mutuo bienestar. Realizan todo tipo de actos sociales. Ayudan a
intervenir a los miembros nuevos pero sin forzar su participación ni
segregarlos por carecer de la comprensión o la experiencia de los miembros más
veteranos.
Los
beneficios de pertenecer: (ventajas
para los niños pequeños)
1.
Ellos ven
para qué sirve el lenguaje. Los niños no aprenden la lengua como un sistema
abstracto que luego aplican a diversos usos: aprenden simultáneamente la lengua
y sus usos. Estos últimos son complejos y múltiples, sin embargo ninguno es evidente
por sí mismo, todos deben ser demostrados a quienes todavía no lo conocen.
2.
Son
admitidos como socios menores. Nadie espera que los recién llegados hablen o
comprendan como socios plenos, aunque nadie duda que a su debido tiempo
alcanzarán la competencia. No hay discriminación, no se los rotula. Los errores
son esperables y no se los sanciona como conducta indeseable.
3.
Se les ayuda
a convertirse en expertos. No hay enseñanza formal ni horario especial para
aprender.
4.
Los infantes
rápidamente son admitidos en una amplia gama de actividades del club, en la
medida en que éstas les son útiles y tienen sentido para ellos. No se les pide
que participen en las que no comprenden y no intervienen en actividades sin una
finalidad visible. Se les revela todo lo que el lenguaje puede hacer por los
demás miembros, esperando que ellos querrán hacer uso del lenguaje de las
mismas formas.
5.
Los infantes
aprenden a un ritmo fenomenal. Su vocabulario crece a un promedio de veinte
palabras diarias y la gramática que les permite comprender y ser comprendidos
rápidamente accede a un grado de complejidad tal que confunde las descripciones
lingüísticas. Aprenden: reglas de cohesión, de registro, idiomas, entonación,
la gramática de los gestos.
6.
Aprenden
también que la lengua que hablamos nos identifica como miembros de un grupo
determinado. Nuestra lengua propia y particular es un emblema de todos nuestros
vínculos culturales. Tratar de modificar la lengua de una persona es rechazar
la esencia misma de esa persona.
7.
Los bebés
ingresan por supuesto en nuestros clubes. El lenguaje hablado está a mucha
distancia de todo lo demás que aprenden en esos primeros y nutridos años de
vida. Aprenden la cultura.
8.
Ninguno de
los aprendizajes se detiene con la infancia. Continúa durante la vida adulta y
por lo general no somos conscientes de esto. En la vida adulta las personas
siguen afiliándose a clubes. Pero nuestras adhesiones más duraderas, son por lo
general aquellas que vienen desde la infancia. Las afiliaciones primeras,
aquellas que se producen tempranamente, tienen ciertas ventajas.
9.
Todo
aprendizaje se produce sin riesgos. No hay evaluaciones periódicas ni exámenes
finales. Por lo general, se puede contar con ayuda. Frente a los que saben
menos hay comprensión y colaboración.
Aprendiendo
a través de la asociación
En el aprendizaje que se realiza a
través de asociaciones tales como el club de los hablantes, hay siete aspectos
o características destacables. El aprendizaje es siempre 1) significativo
2) útil 3) continuo y sin esfuerzo 4) incidental 5) cooperativo
6) vicario y 7) libre de riesgos.
1.
Es
significativo porque se relaciona siempre con lo que el aprendiente está
haciendo, tratando de hacer o tratando de entender. Sin la necesidad de que esa
pertinencia sea señalada. Cualquier cosa que no sea significativa, es de hecho,
ignorada. Los niños, igual que los adultos sensibles, dedican su atención no a
lo que ya saben o a lo que no comprenden sino a lo que comprenden pero todavía
no saben.
2.
Los niños
aprenden los usos del lenguaje a la vez que aprenden la lengua. Aprenden la
lengua mediante sus usos. No aprenden el lenguaje por sus empleos potenciales,
sino por lo que quieren hacer aquí y ahora. En el club de los hablantes, la
lengua siempre se usa con algún propósito.
3.
En el club,
aprender no es nunca una tarea esporádica o discontinua. Por el contrario, es
continuo y poco esforzado. Ni los aprendientes ni los “maestros” son
conscientes de los roles que están desempeñando. El aprendizaje que se realiza
con esfuerzo es un aprendizaje que está de alguna forma mal organizado, o que
ni siquiera llega a producirse.
4.
Gran parte
del lenguaje hablado es aprendido por los niños en forma incidental y no
intencional. El aprendizaje referido a la lengua no es el objetivo principal
sino el subproducto de alguna otra actividad.
5.
Los niños
reclutan adultos o miembros más experimentados como colaboradores
involuntarios. Si no pueden decir algo o no pueden entender algo hacen una
aproximación, se las arreglan lo mejor que pueden y probablemente las más delas
veces alguien los ayuda a salir del paso. El chico emplea como fuentes a tales
practicantes experimentados y ninguna de las partes reconoce la productividad y
el valor de ese logro común.
6.
Los niños
hacen algo más que usar a los miembros del club como fuentes. Aprenden de lo
que los demás hacen. Su aprendizaje es vicario. Aprenden siempre y cuando se
trate de personas que el niño ve como semejantes.
7.
Los niños
son capaces de lograr cosas en virtud de que se los acepta como miembros del
club.
El ingreso
al club de los alfabetizados:
Recientes investigaciones sobre
culturas diferentes han demostrado que gran parte de los niños saben mucho
acerca de lo que es leer y escribir antes de ingresar a la escuela. Conocen
muchos usos de la lengua escrita. Saben lo que las personas hacen con la lengua
escrita. También tienen alguna idea de cómo funciona, que está formada por
letras puestas en líneas, que hay diversos tipos de caracteres, regularidades
ortográficas. También sobre por qué se lee. ¿Cómo aprenden los niños todo esto?
Ellos aprenden por participar en actividades letradas con personas que saben
cómo y por qué hacen esas cosas. Entran en el mundo de los alfabetizados. La
gente escribe y lee con ellos. La pertenencia al club de los alfabetizados
ofrece al niño idénticas ventajas que la pertenencia al club de los hablantes o
a otras asociaciones. ¿Por qué el chico ingresa a un club de esas
características aún antes de saber escribir y leer por sí mismo? Lo hace porque
puede identificarse con personas que se benefician con actividades
alfabetizadas. La pertenencia, nuevamente, ofrece ventajas especiales. Los
niños pueden tomar como colaboradores involuntarios a individuos que no están
físicamente presentes y que incluso pueden estar muertos. Pueden aprender de la
cultura alfabética de autores que leen. Los escritores con sus palabras nos
enseñan a escribir lo que nosotros quisiéramos escribir.
La experiencia que pueden hacer los
niños, aún los más pequeños, en el club de los alfabetizados, tiene las mismas
siete características que el club de la lengua hablada. Los miembros nuevos son
asimilados en un mundo en el que la lengua escrita es 1) significativa: se
presta atención a los signos y a los carteles y libros porque tienen sentido.
Las actividades, además, son 2) útiles: toda la escritura y la lectura se hace
con una finalidad. El aprendizaje es 3) permanente y sin esfuerzo: cada
encuentro con la letra impresa es una oportunidad para añadir algo al propio
repertorio de conocimientos útiles. Gran parte del aprendizaje también es 4)
incidental: prácticamente todos los chicos del mundo aprenden a reconocer la
palabra mc’ donald’s, no por la mera finalidad de reconocer la palabra sino
como subproducto de su intento de conseguir una hamburguesa. Es casi
invariablemente 5) cooperativo, en la medida en que otras personas, que estén
al lado de uno o dentro de la página, nos ayuden a comprender lo que queremos
entender o a expresar lo que queremos expresar. Es con frecuencia 6) vicario:
el autor escribe algo y el lector aprende. Estas oportunidades son 7) libres de
riesgo. Un niño que trata de leer o escribir algo, es ayudado y alentado y
nadie le pone notas ni le da un programa de ejercitaciones.
Maestros y
escuelas:
El papel de los maestros en todo esto
está muy claro: deben facilitar y promover la admisión de los niños en el club
de los alfabetizados. Los chicos que vienen a la escuela siendo ya miembros del
club, tienen que encontrar multiplicadas en la escuela sus oportunidades de
participar en actividades del club de los alfabetizados. Para los niños que no
han sido miembros, el aula debe ser un lugar lleno de actividades de lectura y
escritura útiles y significativas, en el que sea posible una participación sin
evaluación. Ningún niño debe ser excluido. Eso no significa que el maestro deba
ser el único colaborador. Muchas personas pueden ayudar a los niños a leer y
escribir por sí mismos. Otros niños de la clase, niños de otras aulas, otros
adultos, visitantes e invitados. El papel del maestro es garantizar que el club
exista y que todos y cada uno de los niños formen parte de él.
Las
limitaciones de los programas:
La mayoría de las escuelas poseen
maestros que no pueden imaginarse el aula sin evaluación, aun cuando los
exámenes nunca hayan enseñado nada a un niño (salvo quizás, que no es miembro
del club). No pueden imaginar un aula sin ejercitaciones y trabajos
programados. Esos programas rara vez establecen actividades de lectura y
escritura significativas para los niños. La lengua de estas ejercitaciones
carece de finalidad: es fragmentada, descontextualizada y trivial. Los autores
y promotores de estos programas parten del supuesto de que la alfabetización
debe ser enseñada a los niños a razón de una determinada habilidad por vez y
que el chico que domine todos los ejercicios de un nivel preestablecido, se
convertirá en lector y escritor. Esto es la antítesis del club.
Ninguna de las ejercitaciones,
actividades, y pruebas de una enseñanza pragmática formal muestran que la
lengua es 1) significativa ni 2) útil. Su único propósito es la propia
enseñanza. La única razón evidente para que un chico haga las tareas asignadas,
es terminarlas, poder ser evaluado o porque el maestro lo dice. No es 3)
permanente y sin esfuerzo: es discontinuo, trabajoso y con frecuencia penoso. Nunca
es 4) incidental: uno aprende lo que debe aprender porque es una tarea
encomendada. El aprendizaje, además es rara vez 5) cooperativo: por lo general
se da por sentado que cada niño trabajará para sí mismo y la cooperación es
mirada como una dilapidación de esfuerzos, cuando no como un fraude. El
aprendizaje programático no puede ser 6) vicario: los niños que están tratando
de avanzar en un ejercicio o actividad rara vez ven a una persona más
capacitada haciendo lo que se supone que ellos están aprendiendo, o por lo
menos no de una manera significativa. En cuanto a la 7) falta de riesgos, la
enseñanza sistemática es justamente lo contrario. En cada paso que se da, la
preocupación es que “salga bien” para sacar una buena nota.
¿Por qué entonces tenemos tantos
programas en las escuelas? Hay varias razones. La primera es que las escuelas
son instituciones extrañas; uno podría pensar que están organizadas para
impedir la formación de clubes. Se amurallan y aíslan del mundo exterior. Los
niños son segregados por habilidades y destrezas. Los pasillos, que en
cualquier otra parte se supone que facilitan la comunicación, deben estar
vacíos excepto a determinadas horas. Una segunda razón es la inercia. La
enseñanza sistematizada existe desde hace ya tanto tiempo que muchas personas
no pueden imaginarse una educación sin ella. Cuando se encuentra a un programa
deficiente, la solución es pasar siempre a más y mejores programas. Las
escuelas de formación de docentes entrenan a los nuevos maestros para depender
de programas. Una tercera razón es un soberano error de investigación y de
práctica; la noción de que si uno analiza en detalle todo lo que un experto
puede hacer y enseña esas cosas una por vez a un principiante, el principiante
se convertirá en experto. Pasando por alto por qué y cómo los expertos
adquieren todas esas posibilidades. La última y más poderosa razón es el
control, una cuestión de poder y confianza. Los maestros necesitan programas si
no confían en que los chicos van a aprender. Y las personas ajenas al aula
insisten en los programas si sienten que deben controlar lo que los maestros
hacen. La cuestión no es en última instancia pedagógica, es absolutamente
política.
La
responsabilidad del maestro
La responsabilidad básica de cualquier
maestro interesado en la alfabetización es garantizar que los clubes existan y
que ningún alumno sea excluido de ellos. Esto significa grandes cantidades de
actividades de lectura y escritura significativas. Cualquier cosa que el chico
no esté interesado en hacer debe ser modificada o evitada. Obligar a un niño a
realizar una actividad penosa o aburrida sólo le enseñará que la actividad es
penosa o aburrida. Por otro lado, la corrección sólo vale la pena cuando ellos
la piden, cosa que sólo harán si se sienten miembros del club. Los maestros
deben tratar de eliminar los programas en la medida en que puedan. Algo que
todos los docentes pueden hacer de inmediato para protegerse y proteger a los
alumnos de los excesos programáticos es reconocer la diferencia entre la “instrucción”
alfabética y las actividades de lectura y escritura significativas, y ser
honestos con los alumnos respecto de esas diferencias. El peligro reside en que
padres y alumnos rápidamente se acostumbran a la idea de que pruebas y
ejercicios son importantes.
No hace falta un sistema educativo
ideal para que los chicos puedan ingresar al club de los alfabetizados. Sin
duda podría hacerse más desde el plano educativo y político para reconocer la
importancia del club y la futilidad de la enseñanza programática.
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