miércoles, 19 de noviembre de 2014

Resumen de "El club de los que leen y escriben" de Frank Smith

El club de los que leen y escriben
Frank Smith (1995)

La iniciación de un niño en la lectura y escritura nunca es exclusivamente una cuestión de educación formal. Con todo lo sistemática que haya sido la enseñanza o lo homogéneo que sea el material, los niños inevitablemente difieren en cuanto saben y en qué pueden demostrar.  Es lógico: sus experiencias extraescolares han sido diferentes.  Esa observación plantea preguntas tales como: ¿qué es lo que los chicos aprenden de esas experiencias más generales en las cuales no interviene la educación formal? ¿Cuál es la naturaleza de esas experiencias? ¿Por qué es tan efectiva la experiencia informal en el aprendizaje infantil?
No hay pruebas de que ningún chico haya aprendido alguna vez a leer simplemente porque se lo someta a un programa sistemático de enseñanza de la lectura. Por otro lado, son cada vez mayores las evidencias de que, aun antes de ir a la escuela, gran parte de los niños saben muchas cosas sobre la lectura y la escritura y tienen sutiles y decisivas hipótesis sobre la naturaleza misma de la alfabetización.
Mi argumentación es que los niños sólo aprenden a leer y escribir eficazmente si son admitidos en una comunidad de usuarios de la lengua escrita a la que daré el nombre de “el club de los alfabetizados”, al cual ingresan sin antes poder leer o escribir una palabra por su cuenta. Ese club debe ser similar a la comunidad de usuarios del lenguaje hablado.

El club de la lengua hablada:
Los niños se integran a un club de hablantes mediante un único acto de aceptación recíproca. Los pequeños se suman al club de hablantes a los cuales dan por sentado se van a parecer; esos son sus semejantes. Los miembros experimentados, a la vez, aceptan al niño como uno de ellos. El club funciona en forma bastante parecida a un club de intereses. Los integrantes participan de los intereses que comparte el grupo y tienden al mutuo bienestar. Realizan todo tipo de actos sociales. Ayudan a  intervenir a los miembros nuevos pero sin forzar su participación ni segregarlos por carecer de la comprensión o la experiencia de los miembros más veteranos.

Los beneficios de pertenecer: (ventajas para los niños pequeños)

1.       Ellos ven para qué sirve el lenguaje. Los niños no aprenden la lengua como un sistema abstracto que luego aplican a diversos usos: aprenden simultáneamente la lengua y sus usos. Estos últimos son complejos y múltiples, sin embargo ninguno es evidente por sí mismo, todos deben ser demostrados a quienes todavía no lo conocen.
2.       Son admitidos como socios menores. Nadie espera que los recién llegados hablen o comprendan como socios plenos, aunque nadie duda que a su debido tiempo alcanzarán la competencia. No hay discriminación, no se los rotula. Los errores son esperables y no se los sanciona como conducta indeseable.
3.       Se les ayuda a convertirse en expertos. No hay enseñanza formal ni horario especial para aprender.
4.       Los infantes rápidamente son admitidos en una amplia gama de actividades del club, en la medida en que éstas les son útiles y tienen sentido para ellos. No se les pide que participen en las que no comprenden y no intervienen en actividades sin una finalidad visible. Se les revela todo lo que el lenguaje puede hacer por los demás miembros, esperando que ellos querrán hacer uso del lenguaje de las mismas formas.
5.       Los infantes aprenden a un ritmo fenomenal. Su vocabulario crece a un promedio de veinte palabras diarias y la gramática que les permite comprender y ser comprendidos rápidamente accede a un grado de complejidad tal que confunde las descripciones lingüísticas. Aprenden: reglas de cohesión, de registro, idiomas, entonación, la gramática de los gestos.
6.       Aprenden también que la lengua que hablamos nos identifica como miembros de un grupo determinado. Nuestra lengua propia y particular es un emblema de todos nuestros vínculos culturales. Tratar de modificar la lengua de una persona es rechazar la esencia misma de esa persona.
7.       Los bebés ingresan por supuesto en nuestros clubes. El lenguaje hablado está a mucha distancia de todo lo demás que aprenden en esos primeros y nutridos años de vida. Aprenden la cultura.
8.       Ninguno de los aprendizajes se detiene con la infancia. Continúa durante la vida adulta y por lo general no somos conscientes de esto. En la vida adulta las personas siguen afiliándose a clubes. Pero nuestras adhesiones más duraderas, son por lo general aquellas que vienen desde la infancia. Las afiliaciones primeras, aquellas que se producen tempranamente, tienen ciertas ventajas.
9.       Todo aprendizaje se produce sin riesgos. No hay evaluaciones periódicas ni exámenes finales. Por lo general, se puede contar con ayuda. Frente a los que saben menos hay comprensión y colaboración.

Aprendiendo a través de la asociación
En el aprendizaje que se realiza a través de asociaciones tales como el club de los hablantes, hay siete aspectos o características destacables. El aprendizaje es siempre 1) significativo 2) útil 3) continuo y sin esfuerzo 4) incidental 5) cooperativo 6) vicario y 7) libre de riesgos.
1.       Es significativo porque se relaciona siempre con lo que el aprendiente está haciendo, tratando de hacer o tratando de entender. Sin la necesidad de que esa pertinencia sea señalada. Cualquier cosa que no sea significativa, es de hecho, ignorada. Los niños, igual que los adultos sensibles, dedican su atención no a lo que ya saben o a lo que no comprenden sino a lo que comprenden pero todavía no saben.
2.       Los niños aprenden los usos del lenguaje a la vez que aprenden la lengua. Aprenden la lengua mediante sus usos. No aprenden el lenguaje por sus empleos potenciales, sino por lo que quieren hacer aquí y ahora. En el club de los hablantes, la lengua siempre se usa con algún propósito.
3.       En el club, aprender no es nunca una tarea esporádica o discontinua. Por el contrario, es continuo y poco esforzado. Ni los aprendientes ni los “maestros” son conscientes de los roles que están desempeñando. El aprendizaje que se realiza con esfuerzo es un aprendizaje que está de alguna forma mal organizado, o que ni siquiera llega a producirse.
4.       Gran parte del lenguaje hablado es aprendido por los niños en forma incidental y no intencional. El aprendizaje referido a la lengua no es el objetivo principal sino el subproducto de alguna otra actividad.
5.       Los niños reclutan adultos o miembros más experimentados como colaboradores involuntarios. Si no pueden decir algo o no pueden entender algo hacen una aproximación, se las arreglan lo mejor que pueden y probablemente las más delas veces alguien los ayuda a salir del paso. El chico emplea como fuentes a tales practicantes experimentados y ninguna de las partes reconoce la productividad y el valor de ese logro común.
6.       Los niños hacen algo más que usar a los miembros del club como fuentes. Aprenden de lo que los demás hacen. Su aprendizaje es vicario. Aprenden siempre y cuando se trate de personas que el niño ve como semejantes.
7.       Los niños son capaces de lograr cosas en virtud de que se los acepta como miembros del club.

El ingreso al club de los alfabetizados:
Recientes investigaciones sobre culturas diferentes han demostrado que gran parte de los niños saben mucho acerca de lo que es leer y escribir antes de ingresar a la escuela. Conocen muchos usos de la lengua escrita. Saben lo que las personas hacen con la lengua escrita. También tienen alguna idea de cómo funciona, que está formada por letras puestas en líneas, que hay diversos tipos de caracteres, regularidades ortográficas. También sobre por qué se lee. ¿Cómo aprenden los niños todo esto? Ellos aprenden por participar en actividades letradas con personas que saben cómo y por qué hacen esas cosas. Entran en el mundo de los alfabetizados. La gente escribe y lee con ellos. La pertenencia al club de los alfabetizados ofrece al niño idénticas ventajas que la pertenencia al club de los hablantes o a otras asociaciones. ¿Por qué el chico ingresa a un club de esas características aún antes de saber escribir y leer por sí mismo? Lo hace porque puede identificarse con personas que se benefician con actividades alfabetizadas. La pertenencia, nuevamente, ofrece ventajas especiales. Los niños pueden tomar como colaboradores involuntarios a individuos que no están físicamente presentes y que incluso pueden estar muertos. Pueden aprender de la cultura alfabética de autores que leen. Los escritores con sus palabras nos enseñan a escribir lo que nosotros quisiéramos escribir.
La experiencia que pueden hacer los niños, aún los más pequeños, en el club de los alfabetizados, tiene las mismas siete características que el club de la lengua hablada. Los miembros nuevos son asimilados en un mundo en el que la lengua escrita es 1) significativa: se presta atención a los signos y a los carteles y libros porque tienen sentido. Las actividades, además, son 2) útiles: toda la escritura y la lectura se hace con una finalidad. El aprendizaje es 3) permanente y sin esfuerzo: cada encuentro con la letra impresa es una oportunidad para añadir algo al propio repertorio de conocimientos útiles. Gran parte del aprendizaje también es 4) incidental: prácticamente todos los chicos del mundo aprenden a reconocer la palabra mc’ donald’s, no por la mera finalidad de reconocer la palabra sino como subproducto de su intento de conseguir una hamburguesa. Es casi invariablemente 5) cooperativo, en la medida en que otras personas, que estén al lado de uno o dentro de la página, nos ayuden a comprender lo que queremos entender o a expresar lo que queremos expresar. Es con frecuencia 6) vicario: el autor escribe algo y el lector aprende. Estas oportunidades son 7) libres de riesgo. Un niño que trata de leer o escribir algo, es ayudado y alentado y nadie le pone notas ni le da un programa de ejercitaciones.
Maestros y escuelas:
El papel de los maestros en todo esto está muy claro: deben facilitar y promover la admisión de los niños en el club de los alfabetizados. Los chicos que vienen a la escuela siendo ya miembros del club, tienen que encontrar multiplicadas en la escuela sus oportunidades de participar en actividades del club de los alfabetizados. Para los niños que no han sido miembros, el aula debe ser un lugar lleno de actividades de lectura y escritura útiles y significativas, en el que sea posible una participación sin evaluación. Ningún niño debe ser excluido. Eso no significa que el maestro deba ser el único colaborador. Muchas personas pueden ayudar a los niños a leer y escribir por sí mismos. Otros niños de la clase, niños de otras aulas, otros adultos, visitantes e invitados. El papel del maestro es garantizar que el club exista y que todos y cada uno de los niños formen parte de él.
Las limitaciones de los programas:
La mayoría de las escuelas poseen maestros que no pueden imaginarse el aula sin evaluación, aun cuando los exámenes nunca hayan enseñado nada a un niño (salvo quizás, que no es miembro del club). No pueden imaginar un aula sin ejercitaciones y trabajos programados. Esos programas rara vez establecen actividades de lectura y escritura significativas para los niños. La lengua de estas ejercitaciones carece de finalidad: es fragmentada, descontextualizada y trivial. Los autores y promotores de estos programas parten del supuesto de que la alfabetización debe ser enseñada a los niños a razón de una determinada habilidad por vez y que el chico que domine todos los ejercicios de un nivel preestablecido, se convertirá en lector y escritor. Esto es la antítesis del club.
Ninguna de las ejercitaciones, actividades, y pruebas de una enseñanza pragmática formal muestran que la lengua es 1) significativa ni 2) útil. Su único propósito es la propia enseñanza. La única razón evidente para que un chico haga las tareas asignadas, es terminarlas, poder ser evaluado o porque el maestro lo dice. No es 3) permanente y sin esfuerzo: es discontinuo, trabajoso y con frecuencia penoso. Nunca es 4) incidental: uno aprende lo que debe aprender porque es una tarea encomendada. El aprendizaje, además es rara vez 5) cooperativo: por lo general se da por sentado que cada niño trabajará para sí mismo y la cooperación es mirada como una dilapidación de esfuerzos, cuando no como un fraude. El aprendizaje programático no puede ser 6) vicario: los niños que están tratando de avanzar en un ejercicio o actividad rara vez ven a una persona más capacitada haciendo lo que se supone que ellos están aprendiendo, o por lo menos no de una manera significativa. En cuanto a la 7) falta de riesgos, la enseñanza sistemática es justamente lo contrario. En cada paso que se da, la preocupación es que “salga bien” para sacar una buena nota.
¿Por qué entonces tenemos tantos programas en las escuelas? Hay varias razones. La primera es que las escuelas son instituciones extrañas; uno podría pensar que están organizadas para impedir la formación de clubes. Se amurallan y aíslan del mundo exterior. Los niños son segregados por habilidades y destrezas. Los pasillos, que en cualquier otra parte se supone que facilitan la comunicación, deben estar vacíos excepto a determinadas horas. Una segunda razón es la inercia. La enseñanza sistematizada existe desde hace ya tanto tiempo que muchas personas no pueden imaginarse una educación sin ella. Cuando se encuentra a un programa deficiente, la solución es pasar siempre a más y mejores programas. Las escuelas de formación de docentes entrenan a los nuevos maestros para depender de programas. Una tercera razón es un soberano error de investigación y de práctica; la noción de que si uno analiza en detalle todo lo que un experto puede hacer y enseña esas cosas una por vez a un principiante, el principiante se convertirá en experto. Pasando por alto por qué y cómo los expertos adquieren todas esas posibilidades. La última y más poderosa razón es el control, una cuestión de poder y confianza. Los maestros necesitan programas si no confían en que los chicos van a aprender. Y las personas ajenas al aula insisten en los programas si sienten que deben controlar lo que los maestros hacen. La cuestión no es en última instancia pedagógica, es absolutamente política.

La responsabilidad del maestro
La responsabilidad básica de cualquier maestro interesado en la alfabetización es garantizar que los clubes existan y que ningún alumno sea excluido de ellos. Esto significa grandes cantidades de actividades de lectura y escritura significativas. Cualquier cosa que el chico no esté interesado en hacer debe ser modificada o evitada. Obligar a un niño a realizar una actividad penosa o aburrida sólo le enseñará que la actividad es penosa o aburrida. Por otro lado, la corrección sólo vale la pena cuando ellos la piden, cosa que sólo harán si se sienten miembros del club. Los maestros deben tratar de eliminar los programas en la medida en que puedan. Algo que todos los docentes pueden hacer de inmediato para protegerse y proteger a los alumnos de los excesos programáticos es reconocer la diferencia entre la “instrucción” alfabética y las actividades de lectura y escritura significativas, y ser honestos con los alumnos respecto de esas diferencias. El peligro reside en que padres y alumnos rápidamente se acostumbran a la idea de que pruebas y ejercicios son importantes.

No hace falta un sistema educativo ideal para que los chicos puedan ingresar al club de los alfabetizados. Sin duda podría hacerse más desde el plano educativo y político para reconocer la importancia del club y la futilidad de la enseñanza programática. 

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